Maid Coffee
Miedo.
Si hubiera una palabra que pudiera describir lo que sentía en ese momento, sería miedo. Desde que tenía memoria le habían dicho que aquello podría suceder, pero simplemente nunca hizo caso a las advertencias de sus hermanos mayores. ¿Por qué? Porque, simplemente, no le entraba en la cabeza que alguna persona pudiera ser tan malvada de querer hacerle daño a tan hermosa y bella criatura.
Y ahí estaba ella acorralada en un callejón, sin tener la menor idea de qué hacer. La rodeaban tres grandes sujetos, todos completamente vestidos de negro, hasta con sombrero y gafas a juego. Sabía que algo malo sucedería cuando se dio cuenta que la habían estado siguiendo durante un buen tiempo. ¿Qué era lo que querían? A su mejor amigo, y daría lo que fuera para proteger al pequeño Ritsu.
¿Y dónde estaba él? Pues si, escondido atrás de la pequeña espalda de la pelirosa, y al igual que ella, sabía lo que estaba a punto de suceder. La muchacha intentó buscar algún lugar por el cual escapar, pero simplemente no había escapatoria alguna. Sólo tenía en mente una cosa...
—Ritsu, vuela lo más lejos que puedas, es la única salida—sentenció en un susurro casi inaudible.
—P-Pero... —intentó contradecir, pero la chica no se lo permitió.
—Por favor —persuadió, a lo cual luego de unos segundos, recibió una respuesta afirmativa.
—Bien. Iré por Ryou y Kenta.
Sin esperar respuesta alguna, voló lejos, intentando de todos modos evadir los extraños objetos que le lanzaban los misteriosos sujetos de teñida oscura. Ayumi sólo puedo ver cómo aquella pequeña hada con complejos gatunos se alejaba a la distancia, además de ver que dos de ellos salían corriendo para capturar a Ritsu.
Sus rodillas empezaron a temblar.
~*~
—Nyah~!! —gritó desesperado el pequeño neko, al darse cuenta que era perseguido… nuevamente.
Los dos adultos, ya algo mayores, seguían al Shugo a todo lo que sus piernas daban; o sea, a una gran velocidad. Pareciese que hubieran estado entrenados para aquello.
Ritsu intentó evadirlos escondiéndose en todas las partes posibles, pero nada era suficiente para perderlos por completo.
¿Cómo rayos fue a terminar así?
~*~
Y digamos que Ayumi no estaba en una situación aún mejor. El opresor que se quedó con ella se acercaba cada vez más, como si se estuviera acercando a un pequeño pajarillo: lento, para intentar evitar que el animalito saliera volando.
La joven muchacha estaba asustada, muy asustada. Pero debía aceptar que estaba aún más preocupada por Ritsu, él si que exaltaba fácilmente, y que aún hayan salido dos sujetos tras él, preocupaba de sobremanera a la chica.
No había otra alternativa, de alguna forma tendría que esquivar al sujeto para poder ir a ayudar a su amigo, pero de que saliera victoriosa del encuentro, lo veía bastante difícil.
Hasta que un pequeño rayo de luz se dio paso entre las oscuras nubes y justamente, sin saber cómo, una de las espesas sábanas que colgaba de las altas ventanas del callejón cayó directamente sobre aquella persona, apresándolo.
Ayumi ya iba a empezar a correr, hasta que vio a una pequeña Shugo cargando una espesa cuerda, con la cual empezó a amarrar aquel trozo de tela tan grácilmente que ni se dio cuenta cuando ya estaba terminando el último nudo.
Sólo pudo sonreír para sus adentros. Había sido salvada, otra vez. Y sí que estaba agradecida de ello. La pequeña hadita de cabellos anaranjados había llegado en el momento preciso, pero… ¿Y su dueño?
“…O dueña” fue lo que pensó la pelirosa al ver como una chica, aparentemente estudiante aún, aparecía en aquel oscuro callejón. La Shugo se acercó a ella, y ya estaba por entablar una conversación con ellas, pero se acordó de algo aún más importante: Ritsu.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, empezó a correr, pero no alcanzó a llegar ni a la esquina cuando divisó a otra chica con el pequeño gato entre sus manos, además de otro Shugo en uno de sus hombros.
—A-Ayumii~ —lloriqueó el pequeño, lanzándose a los brazos de la pelirosa.
—To~nto —le respondió sonriente a su Shugo, mientras lo rodeaba delicadamente con sus brazos.
Pero sí, el poco valor que había podido acumular por la situación que acababa de vivir se esfumó tan rápido como llegó, y sus bellos ojos azulados lentamente se empezaron a llenar de unas pequeñas lágrimas.
Las otras dos chicas rieron cálidamente.
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