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My Dear Doll
#02 - La sinfonía de nuestra melodía
#02 - La sinfonía de nuestra melodía
Tener prácticas de tenis en una tarde tan calurosa como aquella debería ser ilegal. Está bien, adoraba el tenis ya que sus más grandes amigos estaban allí y también estaba Shishido-senpai, su compañero de dobles y más grande amigo, pero ese entrenamiento tan intensivo que tenían ellos debía tener un límite.
Para su suerte las campanas habían sonado rápidamente y por fin pudo suspirar aliviado.
- Buen trabajo – su entrenador, Sasaki Tarou, aplaudía ligeramente, aun con su rostro sin emociones, un poco alejado del grupo, haciendo llamar su atención. – Pero aun no es excelente, necesitan mejorar más su resistencia y fortalecerse para el próximo torneo.
Eso solo significaría una cosa: La próxima vez no habría ni una pizca de piedad.
Todos se dirigieron exhaustos hacia los vestidores, pensando en cómo sobrevivir en el siguiente entrenamiento. Él, como titular que era, sabía que no se debería rendir fácilmente y tenía que mostrarse como un ejemplo a seguir a los jugadores novatos. Sacudió sus plateados cabellos mientras entraba en los vestidores, siendo recibido con unos “Buen trabajo” por parte de los novatos.
- ¡¿Un fantasma?! – el grito de aquel titular dormilón de castaños cabellos, Akutagawa Jirou, dejo en silencio el lugar y todos centraron su atención en el genio del instituto Hyotei, quien parecía ser el que había hecho que Jirou gritara de esa forma.
- Yuushi, dime que es una broma – Gakuto, por su parte, lo miraba sonriendo de una forma incrédula y algo atemorizada.
- Científicamente es imposible… - comenzó a decir el genio de cabellos azulados y anteojos, luego de suspirar al ver que todo el público esperaba su respuesta - … pero es la única respuesta que puedo hallar al problema del salón de música.
El salón de música, todos sabían la leyenda que rondaba acerca de ese lugar.
Según la leyenda muchos años atrás había una hermosa joven, estudiante de ese instituto, era un prodigio con el piano y todo el mundo esperaba grandeza de ella, siempre se la podía escuchar en recesos y al finalizar los horarios de clase. Siempre que ella tocaba el piano una armonía y alegría invadía todo corazón que escuchara aquella melodía, siempre cuidaba apasionadamente ese instrumento ya que lo veía como su más grande amigo.
Pero algo sucedió en aquel salón de música una tarde de invierno.
La alegre melodía de todas las tardes paró estrepitosamente, llamando la atención de una gran mayoría de alumnos que fueron a ver inmediatamente que había pasado, y al abrir las puertas del salón de música encontraron el cuerpo sin vida de aquella muchacha sobre las teclas del piano. Una muerte súbita dijeron los médicos, nadie podría hacer nada con eso.
Aun así, algo quedo en aquel piano esa tarde.
- Pero… tu mismo lo dijiste… ¡eso es imposible! – alegaba Shishido, quien todavía no podía creer que hasta el genio de la Hyotei digiera que un fantasma fuese una de las posibilidades del extraño suceso.
Si, el extraño suceso es el que la mayoría ya debería estar imaginando. Todas las tardes, cuando el salón de música es deshabitado, el piano comienza a sonar solo, tocando una melodía triste y melancólica, como si demostrara que extrañaba a la joven que había pasado tanto tiempo junto a él.
- Entonces dime cómo es posible que suene por si solo – miro a Shishido con seriedad, esperando a que lo contradiga, pero eso no ocurrió, el chico de la gorra solo se quedo callado.
- Waaaaaaaaaaa! ¡No quiero escuchar más, no escucho nada! – gritaba Jiroh tapándose los oídos con fuerza. Gakuto, por su parte, había huido del lugar para ahorrarse un trauma aun mayor.
- Ootori, tu eres parte de uno de los clubes que mas usa el salón de música, ¿no es así? – Dijo otro titular del club de tenis, Hiyoshi Wakashi, quien aun siendo uno de los más serios del lugar mostraba estar un poco perturbado por el tema de conversación –
- A-Así es.
- Entonces debes saber algo más del asunto…
- L-La verdad… no sé nada mas… - contesto.
Un corto silencio se formo en los vestuarios, todos estaban ya listos para salir pero nadie se atrevía a hablar, el clima estaba bastante denso gracias a esa conversación que habían tenido. Pero Shishido fue el que rompió aquel ambiente.
- Tsk! ¡Sigo diciendo que eso es imposible! – Grito y se dio vuelta hacia la puerta dispuesto a irse – Vámonos, Choutarou.
El peli-plateado lo siguió rápidamente como siempre lo hacia, despidiéndose de los demás con una simple reverencia en la puerta. ¿Qué hacer? Ese tema devuelta había salido y ahora varios estarían hablando sobre eso en el instituto. Le molestaba bastante que hubiera rumores como ese en el colegio, ¿pero que podría hacer él para que desaparecieran?
- … -
Él conocía la respuesta y sabia lo que debía hacer.
Tocaron las campanas que anunciaban que el instituto cerraría sus puertas, el fin de la jornada escolar. ‘Ahora o nunca’ se repetía mentalmente, ya que pronto el salón de música estaría deshabitado y esa música sonará de vuelta.
-……… ¡Shishido-san!… - Habló llamando la atención de su sempai quien iba unos pasos más adelante – ¡Lo lamento, olvide mi violín en el salón de música! –Hizo una pequeña reverencia, más que nada por que odiaba tener que mentirle a él, y antes de que se pudiera decir otra palabra salió corriendo hacia ese salón.
- E-Espera… Choutarou ¡¿Acaso las actividades de tu club no eran mañana?! – Le grito algo preocupado por la actitud de su compañero. Algo se traía entre manos ese chico.
Y era cierto, sus actividades eran mañana, pero era la única excusa que se le ocurrió en ese momento para que Shishido lo dejara marcharse. El remordimiento de haberle mentido a su senpai apareció rápidamente, lo lamentaba, pero no quería escuchar por más tiempo esos horribles rumores. Había hecho un juramento hace un tiempo y tenía que cumplirlo a como dé lugar.
A grandes saltos subió las escaleras hasta el tercer piso, ahora comenzando a correr entre los pasillos iluminados solo por la rojiza luz del atardecer. Le dolían los músculos, gracias a la práctica que había tenido, y ya no daba más, ¿entonces por qué se sacrificaba tanto?
Abrió la puerta del salón de música casi con desesperación, encontrándoselo vacio, en esos momentos ya todos se habían ido a sus casas. Solo había alguien.
- ¡Ayumi-chan! – grito haciendo llamar la atención de la joven sentada en la butaca del piano con una expresión entre triste y sorprendida.
No. Muchacha no. Muñeca. Aun estando en la estatura de una adolecente normal se notaban ligeramente sus articulaciones. Era de largos cabellos rosados y ojos azules, vestida con un vestido de una pieza de colores claros, un saco liviano que ocultaba sus articulaciones de los brazos y unas botas largas que ocultaban las de las piernas.
- C-… ¿Choutarou-kun? –Logro decir la chica totalmente sorprendida, viendo como el chico tiraba su mochila y raquetero en el piso y se abalanzaba sobre ella para abrazarla - ¿Q…Q… Que s-sucede… Choutarou-kun? – los colores se le subieron en el rostro a la pobre por aquel acto y no sabía qué hacer.
- ¡No toques mas este piano, por favor! – pidió el chico sin mirarla. La chica simplemente quedo shokeada con aquel pedido
Así es, no era un fantasma el que tocaba el piano, era la muñeca de aquella joven que murió. El día en que la joven murió la muñeca había decidido tomar el lugar de su dueña y seguir al lado de aquel piano, tocándolo cada vez que pudiese. Con el único apoyo que contaba actualmente era con ese chico de platinados cabellos, Choutarou, quien había sido amigo de su antigua dueña y era el único que sabía de su existencia actualmente.
- ¡Por favor! – volvió a pedir, estrechándola más entre sus brazos.
- L-Lo lamento… Choutarou-kun… - La expresión de ella se convirtió en completa tristeza. Nunca pensó en recibir aquel pedido de él. – El deseo Mikuru era cuidar y proteger a este piano, cueste lo que cueste… ahora que no está ella… debo hacerlo yo… - agacho su cabeza, el solo recordar que ya su dueña no volvería por ella le dolía.
Choutarou se separo de ella y la miro preocupado, tomándole de los hombros.
- ¡Por favor, Ayumi-chan! – Volvió a pedirle pero de nuevo recibió una negación como respuesta – Entonces… ¡sé mi muñeca!
¿Ser la muñeca de él? ¡¿Él quería ser su nuevo Amo?!
Ayumi se quedo mirándolo sorprendida, ¿Acaso se daba cuenta de lo que decía? Él era una de las personas más importantes en su vida, que le diga una cosa así era… era…
- ¡¡..!! – se llevo las manos a la boca y aparto la mirada, sintiendo que lagrimas empezaban a querer salir de sus ojos. Choutarou, al ver esto, solo la volvió a abrazar con más ternura ocultando el rostro avergonzado de la peli-rosada en su hombro.
- Sé mi muñeca, Ayumi-chan… - repitió dulcemente sin mirarla – Te lo dije el día del funeral de Mikuru, ¿verdad? – Se aparto de ella y limpio las pequeñas lágrimas del rostro de la chica – Odio verte llorar… te vez más linda cuando sonríes.
¿Cómo olvidar esas palabras? Se las había dicho el día en el que Mikuru, su antigua dueña, murió, luego de su funeral. Ella estaba llorando desesperadamente en los brazos del peli plateado pero al escuchar esas palabras salir de la boca del chico con aquella tierna y preocupada expresión que tenía había olvidado hasta como respirar por unos breves segundos. Ese sentimiento que tuvo ese momento no lo iba a olvidar jamás y ahora cada vez que veía a Choutarou se sentía de la misma forma que esa vez. ¿Qué era?
- Seré… un buen dueño… - decía suplicando – sé que no podre tomar el lugar de tenia Mikuru, pero… daré mi mayor esfuerzo para hacerte feliz de vuelta.
La chica seguía sin creer lo que pasaba ¿Qué debía responder en un momento como ese? Estaba nerviosa de pies a cabeza. La voz del chico sonaba tan decidida, parecía que había decido eso hace ya bastante tiempo. Y es cierto, aquel día, Choutarou se hizo una promesa irrompible:
“Prometo que hare feliz a Ayumi, cueste lo que cueste, y la protegeré de todo lo que le pueda hacer mal.”
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Proximo Capitulo:
• - ¡La subasta ha comenzado!
• - No entiendo todabia para que has comprado esa muñeca
• - Tu nombre sera... Amaya...
#03 - Elegancia afortunada
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