Kin solo quiere jugar
Tachibana quiere resistirse, sabe que no está bien, que su pequeña compañera Kin no pretende provocarle de aquella manera y que él y su cuerpo repleto de hormonas se encargan de malinterpretarla.
Pero lo que Kippei no sabe es que Kin solo quiere jugar.
Ella en una mezcla de inocencia y maldad mueve los hilos de la vida del capitán a su antojo para que al mirar de reojo tan solo se refleje en rostro aquel maravilloso sonrojo. Porque a Kin solo le gusta ver de cuantas maneras puede hacer que él se vuelva loco sin que parezca intencional y cuantas veces puede lograr que se sonroje sin que el mundo sepa que ella es la causante.
Porque Kin solo quiere jugar.
Cuando ella dice su nombre, Kippei se remueve en el sitio ligeramente agitado, porque él detecta el cambio en el tono de voz, siente como lo susurra, saboreando cada letra de su nombre, acariciando las letras con sus labios, dándole a su nombre aquella sensualidad que le provoca aquella inquietud y excitación que le arrancan el sonrojo muy a su pesar. Y Tachibana no puede evitar sentirse avergonzado, nadie más detecta aquel cambio en la voz y se obsesiona con ello sin poder evitarlo. Y Kin se regodea de gozo en si misma porque sabe que puede conseguir que el nombre de aquel hombre le gire el mundo y no parezca nada a los ojos de cualquiera que no sea Kippei Tachibana. Porque Kin nunca le llama para nada, porque nunca se cansa, sabe que él nunca llegará a entenderla porque se niega a hacerlo y esa la divierte. Porque cuando él gira su rostro, desvía la mirada, mete las manos en los bolsillos y se queda sin palabras, ella sabe que Kippei ha caído en sus redes.
Porque a Kin solo quiere jugar.
Cuando se cruzan por los pasillos Kin se acerca casualmente a él para poder rozar la piel de sus brazos. Otras veces tan solo le da una palmada en la espalda que cae casualmente más baja de lo que debería o quizás una caricia encubierta en una mano que le revuelve el cabello y se desliza por su mejilla con suavidad. A veces le abraza sin razón aparente y se acurruca en su pecho fingiendo que está triste y Kippei intenta no hacerse el sorprendido y le devuelve el abrazo tratando de calmar su corazón, sabe (o eso cree) que ella le ve tan solo como un hermano.
Kin a veces se pega demasiado a su cuerpo, él intenta justificarlo pensando que ella no le da tanta importancia como él a su espacio personal y que, por lo tanto, no se da cuenta de que invade sus límites. Se reprende a si mismo por sentir algo delicioso en aquel contacto, cuando su piel arde porque ella ha dejado bailar sobre la sensible piel de su nuca las puntas de sus dedos o cuando sus brazos lo apegan más a ella y puede sentir cada una de sus curvas provocándole sin poder evitar que el cosquilleo se extienda por su vientre y se deslice hacia abajo.
Y Kin no se da cuenta de que Kippei se ha escapado de su juego, porque ella solo entiende de juegos, porque Kin solo quiere jugar.
Hay veces en las que Kin le pasa el brazo por los hombros acercándolo a ella lo más que puede y él gira su cabeza ligeramente y apoya sus labios contra su hombro o su brazo. Un contacto fugaz, que les electrifica a los dos, pero tan rápidamente que nadie se da cuenta y ellos tratan de ignorar, se convencen de que aquello nunca pasó que son imaginaciones suyas.
Porque Kin solo quiere jugar, pero Kippei ha empezado a jugar su propio juego.
En ocasiones Kippei se sorprende al encontrar a la pequeña muchacha entrando por su ventana de noche, porque él es el único que la entiende, el único al que le cuenta sus preocupaciones y el único que logra tranquilizarla. En algunas ocasiones Tachibana se ha atrevido a invitar a la chica a tumbarse en su cama porque sabe que ella está cansada de las noches que no ha podido dormir por culpa de la angustia. Y entonces Kippei espera pacientemente a que Kin se duerma para poder deslizar su mano por aquel rostro que pocas veces puede ver relajado y se deleita resiguiendo con lentitud sus labios con sus dedos, preguntándose si se sentirán tan suaves al contacto con sus propios labios. Otras veces incluso se atreve a acercar sus labios a ese punto en el que el cuello y hombro se unen, ahí donde sabe que la piel es más sensible y se siente complacido cuando ve como ella responde en sueños pronunciando algo entre susurros que parece su nombre.
Y por eso Kin ya no quiere jugar.
A Kin le gustaba jugar a volver loco a Kippei, sin perder ella también la cordura. Pero algunas cosas han cambiado y a Kin se le han quitado las ganas de jugar. Quizás sea por la forma en la que él la mira, con puro deseo y amor, como si fuera un premio de oro puro. Kin no puede evitar que un escalofrío le recorra la espalda cuando sus ojos se pierden en aquel mar liliáceo, se siente la presa cuando él posa su mano en su cintura como si fuera el lugar al que pertenece y eso hace que se le revuelva el estómago y que se fundan todos sus sentidos.
Kin ha empezado a ver como él se acerca, como invade su espacio, un espacio que ella dominaba y que ahora se le antoja a él como propio, y se siente bien, la distancia la ahoga, pero la cercanía la quema.
Por eso Kin ya no quiere jugar.
Ahora Kippei tiene su propio juego: ver de cuantas formas puede lograr que ella enloquezca del mismo modo que él. Y por eso se aprovecha de cuando ella se pasea delante de él con la corta falda del equipo de tenis alegrándose de algún partido ganado. Cuando la chica se sienta a su lado para contarle los detalles él posa una de sus manos en la pierna y la sube con discreción por el muslo, un poco más arriba de los límites de la falda. Ve como ella sigue hablando aunque su voz suena algo más aguda y su pálida piel adopta un tono enrojecido.
A Kippei le gusta tentarla, aplastar su frialdad bajo su mirada penetrante que logra que ella se estremezca, marear sus sentidos para seducirla y tenerla sin decir una sola palabra, porque ella se derrite e imagina cosas, porque cuando ella gira el rostro, desvía la mirada, esconde las manos en los bolsillos y se queda sin palabras él sabe que Kin ha caído en sus redes. Por eso a Kippei le gusta ser la curiosidad bailando sobre la piel de Kin y el latido extra palpitando en su corazón.
Por ese motivo Kin ya no quiere jugar, pero Kippei solo desea jugar.
Aquí os dejo un one-shot/drabble (no sé realmente que es, porque me parece que es corto, pero no lo suficiente para ser un drabble XD)que escribí ayer en un momento de inspiración. Lo escribí en un momento y creo que dentro de lo que cabe quedó bastante bien.
Esto lo escribí porque ¿a quién no le gusta jugar?
También es otra manera de conocer el carácter travieso de Kin y el tipo romántico que se esconde tras el misterioso Kippei Tachibana.
Espero que os guste.
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